Entendiendo la naturaleza unitrina de Dios

Publicado originalmente en el GCI Weekly Update el 7 de junio de 2017      From the President

                                                                                                                                                                      por Joseph Tkach

 

En el  Calendario litúrgico occidental, el domingo después de Pentecostés es el Domingo de la Trinidad—un día para alegrarse en lo que los teólogos llaman “el misterio divino”. Aunque mucho de Dios está más allá de nuestra comprensión, por gracia podemos comprender que Dios es un Ser y tres Personas—la Trinidad.

La naturaleza de entendimiento

Pensando sobre el entendimiento reconocemos que, a veces, llega de repente—como un relámpago que aparentemente surge de ninguna parte. Pero más a menudo llega gradualmente—como la forma en la que llegué a entender las matemáticas cuando era un joven. A medida que empecé a captar los conceptos del álgebra, muchos de mis compañeros se quedaron perplejos. Cuanto más avanzamos en las matemáticas, más pequeña se quedaba la clase—¡muchos de mis compañeros no querían torturar sus cerebros de aquella forma! Pero para aquellos que permanecimos, la recompensa fue un entendimiento más amplio y profundo del mundo maravilloso de las matemáticas, que nos dice tanto sobre lo intricada que es la asombrosa creación de Dios.

¿Por qué es vital estudiar teología?

Comparto está ilustración de matemáticas porque veo una similitud con la forma en la que crece nuestro entendimiento de la naturaleza unitrina de Dios. Por diferentes razones, algunos cristianos no están dispuestos a estudiar teología, que incluye conceptos desafiantes como las tres  hipostasis (Personas) de Dios. Pese a que no son “cristianos inferiores”, los que creen en y aman a Dios, permanecen sin información sobre la historia de cómo la iglesia llegó a entender la doctrina de la Trinidad. Aunque este entendimiento es importante para todos los cristianos, es vital para aquellos que enseñan en la iglesia. Si los predicadores y maestros no tienen un entendimiento preciso de la naturaleza de Dios, lo que enseñen puede ser una imagen borrosa, incluso distorsionada, de Dios. Al carecer de entendimiento teológico serán incapaces de contestar a las preguntas que los miembros tengan sobre Dios, y no podrán confrontar las enseñanzas falsas sobre Él, que minan la fe de muchos de sus hijos.

Hermanos y hermanas, porque este es un asunto serio, animo con toda determinación  a nuestros pastores, predicadores y maestros a que estudien teología con dedicación, abandonando todas las nociones falsas con respecto a la historia de la iglesia y las malas interpretaciones de la Escritura, para abrazar la enseñanza histórica, ortodoxa de la iglesia sobre la doctrina de la Trinidad, que puede resumirse en tres verdades fundamentales:

     
El escudo de la Trinidad  (dominio público vía Wikimedia Comunes)
  1. Hay un Dios (Marcos 12:29; Juan 14:9; Hebreos 1:2-3).

  2. Dios es tres Personas distintas (no separadas) (Mateo 3:13-17; Mateo 28:19; Juan 1:1; Colosenses 1:15-16; Juan 14:17).

  3. Cada persona es totalmente Dios (Filipenses 2; Colosenses 2:9; Hechos 5:3-4).

Evitar analogías inadecuadas

A lo largo de los siglos se han usado varias analogías para ayudar a las personas a entender la Trinidad. Desafortunadamente, de una forma u otra, la mayoría de ellas trasmiten ideas falsas. He aquí cuatro ejemplos 1:

  1. La Trinidad es como las tres formas del agua: hielo, líquido y vapor. Aunque es verdad que el agua existe en estas tres formas, mirar a Dios de esta forma trasmite la idea falsa (una herejía llamada Modalismo) de que Dios meramente se representa a sí mismo en tres formas diferentes, pero no es tres Personas distintas. Históricamente, los proponentes principales del Modalismo enseñaron que Dios se manifestó a sí mismo como Padre, luego como Jesús, y después como el Espíritu Santo. Estos modos se vieron como consecutivos, temporales y por ello nunca coexistentes, negando así la distinción de las tres Personas eternas de la Trinidad.

  2. La Trinidad es como las tres partes de un huevo: la cáscara, la clara y la yema. Viendo a Dios como existiendo en partes, esta analogía enseña una herejía llamada Triteísmo. Pero las tres Personas de la Trinidad no son tres partes diferentes (como las partes en un huevo). Dios nos muestra ser tres Personas divinas que comparten una naturaleza divina y son uno en Ser.

  3. La Trinidad es como un clavo de tres hojas: una totalidad con tres partes. Esta es quizás la analogía más conocida, usada supuestamente por San Patricio. Como la analogía de las tres partes del huevo, falla al no tener en cuenta el hecho de que la divinidad no está simplemente dividida en tercios.

  4. La Trinidad es como un hombre que es un padre, un hijo y un esposo: un hombre, tres funciones. El problema aquí es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son meramente funciones de Dios—son tres Personas distintas. Un hombre típico puede que tenga una esposa (y por ellos ser un esposo), hijos (y por ello ser un padre), pero él actúa con estos tres roles diferentes dependiendo de con quien está interactuando en cada momento. Esta analogía es otra forma de Modalismo.

El cuidadoso uso del lenguaje humano

Cuando se trata de enseñar la verdad con respecto a la naturaleza de Dios, el lenguaje humano, que siempre es analógico, falla de una forma u otra porque es incapaz de expresar totalmente todo lo que Dios es. Por ejemplo, usamos la palabra “Personas” para referirnos a tres “distinciones” en Dios. Hacerlo así es útil porque de toda la realidad creada, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son lo más parecido a las personas humanas en naturaleza (o mejor podemos decir que las personas humanas son, en su naturaleza, las más parecidas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo). Ponemos “Personas” con mayúscula para indicar que la palabra se está usando de una forma especial para describir la naturaleza de Dios. Sabiendo esto tenemos gran cuidado al seleccionar las palabras, como escribió el apóstol Pablo: “Es grande el misterio de nuestra fe”, reconociendo humildemente que Dios es mucho más grande de lo que podemos decir o entender. No siendo una criatura, Dios no puede entenderse de la misma forma que entendemos las cosas creadas. Sin embargo, porque Dios se ha dado a conocer a sí mismo a nosotros, podemos aprehender a Dios, aunque no podemos comprenderle exhaustivamente.

Una versión breve común de la doctrina de la Trinidad dice que “Dios es tres en uno”. Algunos antitrinitarios dicen que esto es una contradicción, pero están errados, es una paradoja. Por ejemplo, en el reino físico la luz es al mismo tiempo una onda y una partícula, por lo que no debería sorprendernos saber que, cuando tratamos de la naturaleza de Dios haya paradojas. Al decir que “Dios es tres en uno” no se está diciendo que Dios es uno en Ser y tres en Ser, o que Dios es uno en Persona y tres en Persona (estas afirmaciones son contradicciones). En su lugar se está diciendo que, paradójicamente, Dios es uno en Ser y tres en Persona.

La intención de la doctrina de la Trinidad no es explicar como Dios es unitrino. Eso, como Pablo nos recuerda, es un “misterio”. Los maestros de la iglesia primitiva enseñaron que la doctrina apropiada preserva este misterio, ya que Dios no puede explicarse exhaustivamente como si fuera una criatura. En humildad confesamos que nuestro entendimiento de la naturaleza de Dios tiene limitaciones, aunque Jesús nos dio a conocer los nombres personales de las tres Personas del único Dios: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

También de Jesús aprendemos que en lugar de ser un ser solitario, Dios es una relación (una comunión) del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que tiene su propio ser en ser una relación de amor santo—conociéndose y glorificándose mutuamente por toda la eternidad. Esta es la razón por la que Juan nos dice que Dios, que es amor (1 Juan 4:16), por amor envió a su único Hijo para reconciliar al mundo consigo mismo (Juan 3:16). Por ello tiene perfecto sentido que la voluntad central de nuestro Dios unitrino para nosotros sea que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestra fuerza, y que amemos a nuestros semejantes como Dios nos ha amado (Mateo 22:37-39).

Con estos pensamientos sobre Dios en mente, la Síntesis Doctrinal de la CIG dice:

Dios es, según el testimonio de las Escrituras, un solo Ser divino que existe en tres Personas eternas y de la misma esencia, aunque distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres y los tres tienen que ser conocidos únicamente como el único Dios verdadero, eterno, bueno, omnipotente, omnisciente y omnipresente e inmutable en su pacto de amor por la humanidad. Él es el Creador del cielo y de la tierra, Sustentador del universo y Autor de la salvación humana. Aunque trascendente, Dios libremente y en amor divino, gracia y bondad se involucra a sí mismo con la humanidad directa y personalmente en Jesucristo, para que la humanidad, por el Espíritu, pueda participar en su vida eterna como sus hijos (Marcos 12:29; Mateo 28:19; Juan 14:9; 1 Juan 4:8; Romanos 5:8; Tito 2:11; Hebreos 1:2-3; 1 Pedro 1:2; Gálatas 3:26).

¿Por qué buscar el crecimiento en el entendimiento de Dios?

Terminaré con una de mis citas favoritas de Charles Haddon Spurgeon—expresa bien porqué buscamos un entendimiento más profundo de Dios.

Alguien ha dicho que el “estudio apropiado de la humanidad es el hombre”. No me opondré a la idea, pero creo que es verdad igualmente que el estudio apropiado del elegido de Dios es Dios; el estudio apropiado de un cristiano es la divinidad. La ciencia más excelsa, la especulación más atrevida, la filosofía más poderosa, en la que siempre puede ocupar su atención un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra, los hechos, y la existencia del gran Dios que llama su Padre. En la contemplación de la divinidad hay algo que mejora la mente sin medida. Es un tema tan basto, que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo que nuestro orgullo se ahoga en su infinitud. Hay otros temas que podemos abarcar y comprender; en ellos sentimos una clase de autocomplacencia, y seguir nuestro camino con el pensamiento: “He aquí que soy sabio”. Pero cuando llegamos a esta ciencia maestra, encontrando que nuestra sonda no puede alcanzar su fondo, y que nuestros prismáticos no pueden ver su altura, nos alejamos pensando que como el hombre vano será sabio, si es como un borriquillo salvaje; y con la solemne exclamación: “Yo soy de ayer, y no sé nada”. Ningún tema de contemplación tenderá a doblegar más la mente que pensar en Dios.

Siempre buscando un entendimiento más profundo de nuestro Dios Unitrino.
1 Para ver un breve video hilarante y con perspectiva que trata de algunas de las analogías comunes relacionadas con la naturaleza unitrina de Dios, ve el video en  https://www.youtube.com/watch?v=eBRpeq9dVe4 (Solo en inglés).

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