¿Con qué lentes estás leyendo la Biblia?

Fue publicado por primera vez en el GCI Weekly Update el 9 de noviembre de 2016, en From the President

                                                                                         

                                                                           por Joseph Tkach 

 

La Biblia es uno de los libros que está al alcance de más personas en el mundo. Se ha traducido a la mayoría de las lenguas importantes del planeta, y en muchas de esas lenguas está a disposición en múltiples versiones. Pero como señala la Alianza Global Wycliffe, aunque ha habido mucho progreso en los últimos años, queda mucho por hacer aún para poner la Biblia en las manos todos los grupos de personas en la tierra. Actualmente hay alrededor de 7.000 idiomas en uso en el mundo, y al menos un libro de las Escrituras está en alrededor de 2,900 de ellos. Sin embargo, de los aproximadamente 7.200 millones de personas en la tierra, alrededor de 1.500 millones no tienen acceso a toda la Biblia en su lengua materna, aunque de ellos unos 663 millones disponen del Nuevo Testamento de momento. 

Ahora las personas con ordenadores, tablets, o teléfonos móviles pueden descargarse la Biblia si costo, e incluso escucharla leída. Sin embargo, incluso con esta accesibilidad, muchas personas no leen la Biblia. Gracias a Dios, la mayoría de los cristianos la leen pero, ¿entienden lo que están leyendo?

En cambio pocos de los primeros cristianos tenían acceso a las Escrituras, e incluso aunque la tuvieran, la mayoría eran incapaces de leer. Como resultado el aprendizaje en la iglesia primitiva se producía principalmente a través de la enseñanza oral, que a menudo incluía la lectura de las epístolas de los apóstoles que circulaban de congregación en congregación. Unas pocas congregaciones tenían rollos del Antiguo Testamento traducidos al griego, pero de nuevo muchos de los primeros cristianos no sabían leer.

Algunas iglesias de hogar tenían armarios, similares a los usados en las sinagogas judías, en los que guardaban las epístolas de los apóstoles y otros escritos. ¿Qué epístolas poseían aquellas congregaciones? La mayoría probablemente tenían copias de algunos o de todos los Evangelios, algunas de las epístolas de Pablo, una o dos de Juan y de otros apóstoles, y quizás una copia del Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Muchas tenían una copia de una historia de alguien llamado “El pastor”, junto con cartas de un pastor romano llamado Clemente. La mayoría no tendría copias de algunas de las epístolas que encontramos ahora en el Nuevo Testamento; Hebreos y 2ª de Pedro, por ejemplo. Cuando se reunían para alabar, adorar y aprender de la Palabra de Dios, muchos de los primeros cristianos usaban lo que llamamos El Credo de los Apóstoles (ellos lo llamaban La regla de Fe) que resumía las enseñanzas de los apóstoles con respecto a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

A pesar de esa diversidad en fuentes de enseñanza, las iglesias del Nuevo Testamento tenían gran unidad, debido principalmente a la enseñanza oral basada en las historias de Jesús y en las epístolas de los apóstoles, entendidas a la luz de la Regla de Fe.  Esa enseñanza les daba la comprensión general que las Escrituras nos dan a nosotros hoy: Que toda la escritura trata de Jesús de una forma u otra. Jesús era lo que los primeros cristianos enseñaron, y lo que compartieron con otros. Jesús era, y todavía es, el Evangelio.

Una cosa es cierta, cuando los primeros cristianos se reunían, no lo hacían para argumentar sobre los días correctos de las festividades del antiguo Israel, ni sobre el significado de las palabras hebreas, o sobre la necesidad de aprender hebreo para conocer el amor y el plan de Dios para ellos. Incluso los apóstoles, que, como buenos judíos, habían guardado los festivales, entendieron que las fiestas habían sido parte del Antiguo Testamento, que señalaban al cumplimiento final del pacto en Jesús, por medio de su vida, muerte, resurrección y ascensión. Ellos nunca enseñaron que los días santos de Israel mostraban otra cosa que a Jesús.

Es descorazonador que entre los que leen, e incluso estudian regularmente la Biblia se han desarrollado diferentes interpretaciones yendo desde pequeñas variaciones en comprensión hasta la desviación total. Esto sucede por varias razones, pero deseo señalar una que afecta a los grupos sabatarios en particular: Al leer que Dios descansó en el séptimo día, que después le dio a Israel el mandamiento de descansar en el séptimo día, los sabatarios usan el Sabbath como la “lente” a través de la que leen e interpretan toda la Escritura. Al hacerlo así pasan totalmente por alto que el mandamiento del sábado fue parte de un pacto dando en un lugar, un tiempo y para un pueblo en particular, teniendo principalmente que ver con promesas con respecto a la Tierra Prometida. Pero antes de ver el fallo en su forma de pensar, tenemos que admitir que muchos de nosotros hemos endurecido nuestra opinión sobre aquellos que nos decían que guardar el sábado no era parte de una vida cristiana obediente.

Los sabatarios están equivocados al usar otra lente que no sea Jesús para interpretar las Escrituras, como hacían los fariseos.

Los Fariseos cuestionan a Jesús, por el pintor francés  Jean Tissot (1836-1902). (Dominio público vía Wikimedia comunes).

Jesús advirtió de este error cuando les dijo en Juan 5:39-40 a los expertos en la Ley de Moisés (la Torah): “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida”.

Jesús no estaba diciendo que había algo errado en la Torah, Él estaba criticando el uso que estaban haciendo de ella como su lente para interpretar las Escrituras. Jesús tiene que ser esa lente, y es esa la razón por la que se proclamó a sí mismo Señor del Sabbath en Lucas 6:1-5 “Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas.  Por eso algunos de los fariseos les dijeron: —¿Por qué hacéis lo que está prohibido hacer en sábado? Jesús les contestó: —¿Nunca habéis leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y, tomando los panes consagrados a Dios, comió lo que sólo a los sacerdotes les está permitido comer. Y dio también a sus compañeros. Entonces añadió: —El Hijo del hombre es Señor del sábado”.

Jesús llamó a los expertos de la ley, y a todas las personas, a interpretar el sábado en términos de quién es Él, no en términos de cualquier comprensión anterior que pudieran tener con respecto al Sabbath.

Un ángel le enfatizó al apóstol Juan está verdad de la primacía de Jesús en Apocalipsis 19:9-10 “El ángel me dijo: “Éscribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!”» Y añadió: “Éstas son las palabras verdaderas de Dios.»  Me postré a sus pies para adorarle. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Adora sólo a Dios! El testimonio de Jesús es el espíritu que inspira la profecía”.

Las Escrituras y la profecía no son abiertas y comprendidas por ningún otro que por Aquel al que señalan: Jesucristo. Él y únicamente Él, es el foco de todas las Escrituras, no las alianzas geopolíticas, ni el Israelismo Británico, ni las siete fiestas de Israel. Dios nos ha dado el Nuevo Testamento, que a través de la lente de Jesús, interpretan el Antiguo Testamento. Cuando se usa el Antiguo Testamento para interpretar el Nuevo, estamos cometiendo un error. Una insistencia en guardar el sábado en un día en particular para ser justo delante de Dios es un ejemplo destacado de este error. ¡Cuidaos de alguien que os diga algo diferente!

El Sabbath fue dado para señalarnos a Jesús, no al contrario. El Sabbath del Antiguo Testamento es una señal, que como todas las señales se da para señalar a su cumplimiento, a su realidad.

El mandamiento de “santificar el sábado” es magnificado bajo el Nuevo Testamento. Bajo el Antiguo Pacto, el tabernáculo, y después el tempo, eran santos porque Dios los hizo el lugar en el que habitaba entre su pueblo. Este fue un arreglo temporal designado para señalar a Jesús viniendo y haciendo su morada entre nosotros. Una vez que Jesús llevó a cabo su obra expiatoria en la cruz, que llevaría a su resurrección y ascensión, pasó de vivir entre nosotros a vivir en nosotros a través del Espíritu. Y este cambio queda claro en las Escritura en Juan 1:14 “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Y en Efesios 3:16-18Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, os fortalezca en lo íntimo de vuestro ser, 17 para que por fe Cristo habite en vuestros corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, 18 podáis comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo”.

Dios, a través de Jesús, por el Espíritu, ahora habita en nosotros, haciéndonos en todo nuestro tiempo santos. Bajo el Antiguo Pacto, el pueblo de Dios buscaba una proximidad santa con Dios una vez a la semana; bajo el Nuevo Pacto, se nos da una nueva vida con Cristo viviendo en nosotros y transformándonos desde dentro a afuera. Ya no es un tiempo con Dios una vez a semana, es una nueva vida en Él y Él en nosotros. Jesús, y no ningún día, es nuestro descanso sabático, y celebramos a Jesús cuando nos reunimos como su pueblo.

Cuando leemos la Biblia, lo hacemos para ayudarnos a ver a Jesús, para aprender de Él y sobre Él. Leemos la Biblia para entender que, por el Espíritu, Cristo vive en nosotros a medida que respondemos a Él en fe, esperanza y amor. Leemos las Santas Escrituras para ver la fidelidad de Dios con sus amados a lo largo de toda la historia, actuando en todas las cosas en preparación del punto crucial de la historia: La Encarnación, que era el plan de Dios desde antes de la fundación del mundo. Leemos la Biblia para recordar que somos los elegidos de Dios, hechos santos y justos por medio de Jesús. Leemos la Biblia para ver como Dios nos ha invitado a unirnos a Él en su obra continua de darse a conocer a sí mismo a otros para que ellos también puedan conocer la verdadera lente de la vida: Jesucristo. Leemos la Biblia porque es la palabra de Dios escrita designada para señalarnos siempre a la Palabra viviente, a Jesús, nuestro Señor.

Así que no nos cansemos de leer la Biblia con gozo a través de la lente de Jesús.

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