La fe y los límites de la ciencia

por Dr. Cliff Marsh

En la aparente, dura e interminable lucha entre la “verdad” de la Biblia y los “hechos” científicos, la mayoría de las personas piensan que los científicos representan al lado fácil de entender y no emocional. De eso, después de todo, es de lo que trata la ciencia, ¿no es así?

Los hechos son los hechos, y no hay lugar para la interpretación basada en la tradición o en cómo “pensamos que deberían de ser las cosas”. Otros niegan lo obvio o interpretan los datos para que encajen con su punto de vista preconcebido, pero los científicos deben permanecer fríamente al margen de tales sentimientos. Ellos basan sus argumentos en hechos, sean cuales sean las consecuencias. ¿No es así?

¿Por qué entonces dos científicos pueden mirar a la misma serie de hechos científicos, teorías o hipótesis e interpretarlos en formas tan diferentes?

Si los hechos son ciertos las interpretaciones científicas y las conclusiones basadas en ellas deberían ser, al menos, muy similares. Sin embargo, como científico analítico y cristiano, sé que eso es más fácil de decir que de hacer. La interrelación entre la creencia personal y los límites de la disciplina científica pueden interferir con la interpretación objetiva de los hechos1. Este parece ser especialmente el caso cuando los que somos científicos tratamos de usar la ciencia para demostrar o negar la existencia de Dios.

La definición de ciencia

La ciencia es inductiva por naturaleza. Observa los fenómenos físicos por diferentes medios y luego busca explicarlos, preferiblemente vía “leyes” científicas y, o, matemáticas. Como científico trabajo con dos clases básicas de información:

1. Cualitativa. Aquella que puede ser observada, ya sea visualmente o indirectamente.

2. Cuantitativa. Aquella que deber ser mentalmente entendida y medida.

Con esa información nosotros los científicos desarrollamos nuestras ideas sobre la materia, la energía, la existencia de la vida, etc.

Esto es verdad no solo para las que conocemos como ciencias “puras”, como la física, la química y la biología, pues las áreas de estudio como la psicología y las ciencias sociales también cualifican como ciencias usando el criterio anterior, aunque tienen que ver principalmente con información y conclusiones que deben deducirse en lugar de ser observadas y medidas directamente.

También debemos de considerar la filosofía de la ciencia. Este es un tema aparte. Explora temas como “¿puede la ciencia decirnos algo sobre los orígenes?”, o, ¿puede la ciencia decirnos algo sobre la existencia de Dios?”. Implica razonamiento abstracto sobre la “realidad”, basado en información procedente de la misma ciencia. La filosofía de la ciencia puede abarcar discusiones morales y éticas. Por ejemplo, ciertas prácticas médicas puede que sean posibles pero, ¿tienen que permitirse? Algunos científicos afirman que tales discusiones morales y éticas están fuera del campo de la ciencia. Razonan que la moral y la ética dependen de las creencias religiosas, de factores sociales, filosóficos etc.   Dicen que la ciencia no trata sobre cuestiones de moralidad ni de religión, y por lo tanto no se puede esperar que conteste a preguntas sobre el significado.

Eso no significa negar tales preguntas, o que no deban de tomarse seriamente. La mayoría de los científicos asienten en que los avances tecnológicos y científicos deberían de ser acompañados por el debate moral y ético, particularmente en las biociencias. Pero es importante comprender que esto no es lo mismo que la información adquirida por el análisis cualitativo y cuantitativo. No debemos confundir las ideas desarrolladas en discusión filosófica con los hechos probados científicamente. Desafortunadamente, a menudo, lo hacemos porque los científicos, como todos los seres humanos, estamos sujetos a las emociones.

   Teorías y Dios

Esto es destacado por la discusión con respecto a dos áreas importantes de la ciencia que todavía plantean algunas dificultades y que podrían considerarse definitivas:

· El origen de la materia y la energía.

· El origen de la vida.

En las últimas décadas se han hecho grandes progresos en el estudio de estos temas. Nuestro conocimiento del universo físico se ha transformado. Algunas ideas, una vez populares, han tenido que descartarse, mientras necesitan entenderse los nuevos, desafiantes y controvertidos hallazgos y teorías.

Puede que hayas oído, por ejemplo, de la “teoría de las cuerdas”. Es un buen ejemplo de lo que una teoría científica innovadora puede o no puede decirnos. La teoría de las cuerdas se ha lanzado como la posible “teoría del todo” con respecto a la materia y la energía. Ha sido descrita muy bien por Brian Greene2. La teoría da una posible respuesta a las grandes cuestiones sobre las cuatro fuerzas fundamentales del mundo natural, y como interactúan las unas con las otras para hacer funcionar al universo como lo experimentamos. Estas fuerzas son:

· La fuerza nuclear fuerte, que es responsable de mantener juntas las partículas en el núcleo del átomo.

· La fuerza nuclear débil, que permite la decadencia radioactiva de los átomos grandes, ejp. el uranio.

· La fuerza electromagnética, responsable de fuerzas como la electricidad y el magnetismo.

· La fuerza de gravedad, la fuerza de atracción de la materia en el universo.

Los científicos sospechan que las cuatro fuerzas están de alguna forma interrelacionadas y fueron unidas en el instante siguiente a la creación del cosmos, popularmente conocido como el “Big Bang”.

Han mostrado como ese fue el caso con las fuerzas fuerte, débil y electromagnética, pero está siendo difícil conectarlas con la de la gravedad.

Las leyes que gobiernan lo que sucede en el ámbito subatómico de la realidad deberían ser consistentes con como funcionan las cosas en la macroescala del espacio interestelar. Pero no parece ser así, y los científicos quieren saber porqué. La teoría de las cuerdas parece ser capaz de unir estas fuerzas en el momento de la creación del universo. Muchos científicos físicos la han aceptado, principalmente por esa razón, como una “teoría de trabajo”.

Hay mucho que hacer todavía mientras se estudia la teoría  para ver como se relaciona con otras teorías y hechos. Pero hasta ahora ha mostrado ser una probable candidata para ayudarnos a comprender como estaban interrelacionadas las cuatro fuerzas fundamentales en el momento de la creación del universo.

Algunas cuerdas adheridas

¿Puede la teoría de las cuerdas decirnos algo directamente sobre la existencia, o no, de Dios? La respuesta es ¡no! La cuestión de la existencia de Dios no puede contestarse directamente por medio de esa teoría. Cualquier interpretación de ella, o de cualquier otra teoría científica que se refiera a la cuestión de la “primera causa” nos lleva directamente al campo de la fe.

Como Stephen Hawking dijo: “Nos dirá algo sobre la “mente de Dios”, si Dios existe”3. Pero no es una prueba directa de la existencia de Dios. Esto es verdad en todos los hechos científicos, teorías e hipótesis. Pero en su entusiasmo por encontrar alguna evidencia para mostrar o rechazar la existencia de Dios, los científicos en ambos lados de la cuestión, a veces, se ponen contra las cuerdas.

Con respecto al “origen de la vida” vemos la misma clase de paradigmas de creencias. Los científicos gastan mucho tiempo buscando respuestas en esta área. Algunos científicos cristianos han lanzado la “teoría del diseño inteligente” como prueba de Dios. Esta teoría afirma que, ya que el mundo natural parece estar diseñado hasta en los más mínimos detalles, debe haber un diseñador detrás. Para un creyente esto tiene un sentido excelente, pero el no creyente todavía buscará una solución “naturalista” basada en su “no creencia”.

La dificultad más grande es explicar cómo empezó la primera célula viviente. La célula es tan compleja que todas sus funciones dependen unas de otras. Así que si vino a la existencia gradualmente, ¿de dónde vino la primera célula? y ¿cómo funcionó? Científicos como yo, que son creyentes, pueden decir con confianza que “Dios creó la primera célula”. Pero debemos admitir que eso es una afirmación de fe, y como tal no es científica. Por lo tanto, no debemos de esperar que sea una respuesta satisfactoria para los no creyentes. Un escéptico contestará con: “Debe haber una respuesta científica, solo que no la hemos encontrado todavía”. Tal paradigma o creencia, es la única posible, una vez que se descarta la posibilidad de la existencia de un creador. Así que ante la ausencia de respuestas “científicas” convincentes, la célula viviente carece de importancia, pero es todavía la impenetrable frontera para investigar el origen de la vida.

   Lo creas o no

La creencia nunca debería de permitirse que influyera en un argumento puramente científico. En ciencia, los creyentes y los no creyentes deben estar sometidos a las mismas reglas. Así como es no científico plantearnos una pregunta con la presunción de que no hay Dios, es lo mismo de no científico hacer lo opuesto. El creyente no tiene ventaja. O de otra forma, creer en Dios tiene el potencial de distorsionar el pensamiento científico tanto como tener un punto de vista ateo.

No me malinterpretéis, no estoy minusvalorando la importancia de creer, como tampoco los resultados de la cuidadosa búsqueda científica analítica. Ambas tienen su lugar en nuestra comprensión del mundo natural y de la naturaleza de Dios.

Aquellos que creen en el Dios de la Biblia citarán a menudo la Epístola de Pablo a los Romanos: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”4.

Sin embargo, no importa cuantas veces le digas a un ateo esto, no lo aceptará a causa de su propia creencia, de que no hay Dios.

No debemos sorprendernos. Hebreos 11:3 dice claro que es “por fe” que comprendemos que el universo fue creado de la “nada” por Dios. Pero creemos eso solo si creemos en el Dios de la Biblia. Un punto similar se encuentra en 2 Pedro 3:5-6. Lo que uno aprende de la revelación “general” de Dios en la naturaleza depende del estado de la creencia o no de uno. Los no creyentes no pueden ver la mano de Dios en el mundo natural, y deben continuar buscando una causa “natural”.

Hablando teóricamente

Una interpretación científica puramente naturalista depende de:

(a) hechos científicos demostrados, y

(b) teorías científicas bien establecidas. Ahora necesito explicar que queremos decir los científicos con “una teoría”.

Los que temen que su fe sea socavada por la ciencia, a menudo, malinterpretan esto. Tratarán de ignorar algunas ideas científicas importantes como “solo teorías” que no se han demostrado, y son por lo tanto sospechosas. Pero, ¿a qué se refieren los científicos cuando dicen que algo es una teoría?

Una teoría es como nos referimos a aspectos del mundo material que no podemos observar directamente. Por ejemplo, tomemos la teoría atómica. La información experimental indica que la materia está compuesta de partículas pequeñísimas llamadas átomos. La teoría atómica se desarrolló de los resultados y los átomos fueron aceptados como un hecho aunque no pudiéramos verlos directamente. Esta teoría está todavía siendo refinada muchos años después de que fuese lanzada. Sin embargo, sus planteamientos básicos con respecto al átomo no han cambiado, así que está “bien establecida” y aceptada  por toda la comunidad científica. E, incidentalmente, por ti porque todos esos maravillosos aparatos electrónicos de los que dependemos, la televisión, el horno microondas, los teléfonos móviles y los reproductores de CD, todos están basados en la aplicación de la teoría atómica.

La comprensión científica debe progresar lógica y sistemáticamente desde la hipótesis, a la teoría, y a la ley. Por ejemplo, al usar un prisma de cristal los científicos comprendieron que lo que llamamos “luz visible” estaba compuesta de siete colores diferentes. Entonces se planteó la hipótesis de que quizás los diferentes colores tenían distintas longitudes de onda. Experimentos posteriores confirmaron que era así. Por lo tanto, la hipótesis se convirtió en una teoría, de la cual al final vino la ley universal de que la luz viaja a una cierta velocidad y que nada puede viajar más rápido que la luz. Una teoría en lenguaje científico no es una idea extraña desarrollada en ausencia de hechos reales.

Ciencias históricas

Las ciencias “puras”, como la física, son fácilmente corregidas por la interpretación basada en los hechos. Pero, ¿qué sucede con las ramas de las ciencias que llamamos ciencias “históricas”, tales como la arqueología y la geología? En estos campos los hechos obtenidos son estrictamente históricos. Con esto quiero decir que un científico no puede replicarlos en el laboratorio fielmente. Por ejemplo, el proceso por el cual un pez se convierte en un fósil no puede ser duplicado con precisión en un experimento de laboratorio, al menos que nuestro científico pudiera vivir ¡una larguísima vida! A veces se llevan a cabo experimentos tratando de simular los antiguos procesos naturales, pero eso es lo más cerca que los científicos pueden llegar a la “prueba” en muchos casos. Tales hechos históricos pueden ser solo observados e interpretados, y eso puede llevar a dificultades.

Tomemos por ejemplo las figurillas de arcilla descubiertas en algunos yacimientos neolíticos. Un arqueólogo puede estudiarlas y hacer comentarios sobre su edad, sobre de qué están hechas, y quizás sobre cómo las hicieron. Pero, ¿para qué eran usadas? ¿Eran para uso religioso o solo “decoración”? Estas preguntas no serán contestadas con solo examinarlas.

Los arqueólogos pueden hacer conjeturas inteligentes, pero la interpretación es subjetiva, no demostrable, al menos que la prueba pueda establecerse por algún otro medio. Por ejemplo, en el futuro, los arqueólogos pueden lógicamente suponer que la Europa del inicio del siglo XXI era una sociedad muy cristiana, debido a la gran proliferación de cruces que la gente lleva hoy. Esa sería una suposición razonable pero ¡totalmente errada!

En tales situaciones puede que haya sinceras diferencias de opinión entre los especialistas. Sin embargo, esas interpretaciones son a menudo muy afectadas por el punto de vista del que las interpreta. Las personas que creen que los seis días de la semana de la creación fueron periodos literales de 24 horas, insistirán en que todos los fósiles proceden del diluvio de Noé. Los evolucionistas ateístas insistirán que ese mismo registro de fósiles muestra que no hay necesidad de Dios. Ambas posiciones representan puntos de vista y no están necesariamente de acuerdo con los hechos. Es interesante notar que hay cristianos, que son científicos, que aceptan la teoría de la evolución sin encontrar contradicción en la misma. Una buena defensa de esta posición es la dada por Berry, un cristiano y excatedrático de genética en el University College, Londres5.

La ciencia y la metafísica

¿Ves a lo que me refiero cuando digo que la interpretación del significado de los hechos y de las teorías en un sentido “metafísico”se sale fuera del alcance de la pura ciencia? Tiene que ver con la especulación, la filosofía y la teología, ninguna de la cuales son científicamente probadas. Por ejemplo, puede que hayas oído de la especulación actual sobre los “multiuniversos”, que nuestro universo es solo uno de los muchos otros quizás. Puede que esto suene absurdo al lego, pero un científico reflexivo no lo descartará. Si fuese verdad resolvería algunas preguntas incómodas. Sin embargo, no hay forma de descubrir si es cierto, porque no pueden observarse otros universos. Ya que la idea no puede probarse científicamente tiene que permanecer como una especulación. La especulación tiene un papel que jugar en la ciencia creativa mientras recordemos que es solo eso, especulación.

Cuando un científico dice “la evolución biológica demuestra que no hay necesidad de Dios”, debe de reconocerse que esto no es una afirmación científica. No puede probarse científicamente ni en un sentido ni en otro. Puede que se afirme con mucha autoridad, pero será solo una afirmación de las propias creencias de ese científico.

Pero recuerda, lo opuesto es también verdad. Si un científico creyente afirma que la evidencia científica muestra la existencia de Dios, estará también dando una opinión.

Conclusión

En términos de ciencia debe haber la actitud de estar siempre listo para establecer y desafiar las teorías actuales, usando hechos científicos.

No debería de afectar ya sea que los científicos sean creyentes o no. Todos tienen la responsabilidad de interpretar el conocimiento científico y las teorías de acuerdo a los límites de la ciencia, esto es, todo aquello que puede ser medido y observado. Las teorías que surgen de ellos deben permanecer dentro de las fronteras de la ciencia, teorías que puedan ser probadas por medio de métodos científicos. Todo lo demás es especulación.

El cuadro se desenfoca cuando una teoría se acepta y se enseña como un hecho, cuando la teoría en sí misma no está probada; o en otras palabras, cuando es todavía una hipótesis, o cuando se introducen métodos “metafísicos” como argumentos científicos. Ninguno de ellos tiene ningún lugar en la ciencia pura. Lo primero no es científico y lo segundo entra en el círculo de la “creencia”.

En la búsqueda científica, el científico creyente no tiene ventaja alguna por razón de serlo. Todos los científicos deben permitir que los hechos hablen por sí mismos. Si los hechos están inconclusos, traer la creencia al argumento no ayuda desde un punto de vista estrictamente científico.

No puedes científicamente probar ni negar la existencia de Dios. No es para eso para lo que está la ciencia.

Ahorraríamos mucho tiempo y evitaríamos muchos argumentos si todos, creyentes y no creyentes, recordáramos eso.

Sobre el autor: El autor fue profesor asociado de química en la Universidad de África del Sur, Pretoria. Ahora está estudiando para obtener un doctorado en teología y apologética, en el Trinity Seminary, en Cochin, India.


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