La teología científica

por Joseph Tkach

¿Está la ciencia en contra de la teología? Desafortunadamente muchas personas creen que sí. Sin embargo y afortunadamente, muchos científicos han salido en contra de este pensamiento dualista—un bien conocido por nosotros es el teólogo, Thomas F. Torrance. T.F. consideró a la teología como una ciencia legítima y enseñó que hay un camino apropiado para que, lo que él llamó la teología científica, interactúe fructíferamente con la ciencia natural. De acuerdo a él la única forma de saber como existen las cosas es conocerlas de una manera que coincida con lo que son verdaderamente. Él enseñó que debemos de adaptar nuestras formas de conocer de acuerdo a la clase de cosas que estamos tratando de conocer.

Para T.F., esta forma disciplinada de pensar es de lo que trata la verdadera ciencia. No puedes conocer la luna, por ejemplo, con un microscopio, o un microbio con un telescopio. Dios tiene que conocerse de acuerdo a su clase de existencia—de acuerdo a su “naturaleza” transcendente. Así, de acuerdo con la teología científica de T.F., a Dios se le conoce mejor y definitivamente solo cuando él se ha dado a conocer a las criaturas finitas; esto es, de acuerdo a su propia revelación.

El conocimiento de Dios y de la naturaleza están interconectados

T.F. enseñó que la ciencia y la teología se superponen, y aunque cada una tiene un objeto de conocimiento diferente (la creación en contraste con el Creador), nos ayudan mutuamente a ser mejores conocedores de sus campos respectivos. Considerando la creación como un todo integrado, T.F. esperaba que los resultados de la teología iluminaran todo lo que encontramos sobre la creación por medio de la búsqueda científica.

De acuerdo a T.F., ya que llegamos a conocer a Dios y la creación como criaturas de Dios viviendo en su creación, nuestro conocimiento de Dios y de la creación debe, de alguna forma, estar interconectado. Sin embargo, Dios no es la creación y la creación no es Dios. Lo que llamamos ciencia natural nos puede informar sobre la creación de Dios, pero no puede darnos hechos personales, directos y normativos (dogmáticos) sobre la naturaleza, el carácter, la mente, el corazón y los propósitos eternos de Dios. Solo Dios puede darnos ese conocimiento, y eso es exactamente lo que ha hecho completa y finalmente en la persona de su Hijo encarnado, Jesucristo—un conocimiento que ha sido preservado para nosotros en las Santas Escrituras.

Aunque lo finito no puede conocer lo Infinito por sus propios poderes, el Infinito puede darse a conocer a sí mismo a lo finito. Como Karl Barth dijo: “Dios no está encarcelado en su transcendencia”—él puede y se ha dado a conocer a los humanos en una forma creada dentro de los límites de nuestro ser creado (ver Juan 1:14).

T.F. se opuso con fuerza al dualismo del filósofo de la ilustración, Emmanuel Kant, enseñando una perspectiva unitaria que reflejaba a aquellas de algunos de los científicos más grandes de toda la historia que fueron cristianos profesos abiertamente. El dualismo de Kant, que impone una separación absoluta entre Dios y el mundo, surgió de un intento de desarrollar un conocimiento de Dios procedente del conocimiento de las cosas creadas naturales (incluyendo las acciones de nuestra mente), al margen de la revelación propia histórica de Dios en la persona de Jesucristo. En contraste, T.F. describió a la teología como “la única ciencia dedicada al conocimiento de Dios, diferenciándose de otras ciencias por la exclusividad de su objeto, que puede aprehenderse solo en sus propios términos y desde dentro de la situación real que ha creado en nuestra existencia para darse a conocer a sí mismo”.

T.F. vio a la ciencia incompleta separada de la teología, ya que la ciencia descansa en presupuestos básicos para funcionar—cosas como las leyes de la lógica, la verdad matemática, el hecho de que el mundo externo existe, el hecho de que el pasado es real y no una ilusión de la consciencia humana, y el hecho de que el mundo físico está tan estructurado que la ciencia puede describir y predecir como funciona. T.F. comprendió que ciertos temas fundamentales relacionados con la verdadera naturaleza de la realidad pueden tratarse solo por la teología—cosas como el significado de la vida, el fundamento para reconocer y afirmar la existencia del bien y el mal, el perdón del pecado, y como conocer a Dios.

Realismo crítico

T.F. enseñó que, aunque hay realidades finitas y transcendentes que conocer, no se conocen automática o fácilmente. Conocerlas requiere pensamiento crítico y métodos para detector el error—porque podemos en la ciencia y en la teología. Este “realismo crítico” no entra en conflicto con las dinámicas sobre como conocemos las cosas y las dinámicas del verdadero ser de las cosas que buscamos conocer. T.F. definió la teología como “una ciencia dogmática, positiva e independiente operando en su propio campo y de acuerdo con las leyes internas de su propio ser, desarrollando sus propios modos de búsqueda distintivos, y sus formas esenciales de pensamiento bajo la determinación de su tema dado”. Él después señala que las ciencias naturales han hecho exactamente lo mismo en sus investigaciones de la naturaleza.

De acuerdo a F.T., Dios, quién es el objeto de la búsqueda científica teológica, determina soberanamente sí y cómo será conocido. Ha hecho justo eso de acuerdo a sus santa y amorosa voluntad a través de la medición del conocimiento de Dios en Jesucristo, el Hijo eterno de Dios encarnado. Conocemos a Dios como unitrino a través de Jesucristo por el ministerio del Espíritu Santo. El Dios unitrino se ha dado a conocer a sí mismo como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en su propio Ser eterno e indivisible.

Las teologías estrictamente naturales cometen el error fatal de fijar las normas teológicas ignorando a las reveladas en la Biblia con respecto a Jesucristo. Determinan esas normas por lo que se puede descubrir en la naturaleza (dentro del tiempo y del espacio). Al hacerlo se limitan a sí mismos a conceptos sobre Dios que se pueden detectar dentro del mundo material. Pero basados en eso, no se puede decir nada sobre quién es Dios en sí mismo—en su ser eterno fuera del tiempo y el espacio—sobre quién es Dios en su naturaleza, esencia y carácter eterno. El resultado es que a Jesús se le reduce a lo que podemos conocer de él solo como otro hombre más (el error de la enseñanza de Arrio).

El error de la teología natural

De acuerdo a la teología natural, no se puede confiar en lo que Jesús nos dice de la naturaleza eterna y el carácter de Dios; que Dios es Unitrino, que es amoroso en su ser eterno, que puede rehacer y corregir el pasado, que es totalmente fiel y que no tiene mal alguno en su ser, porque tales afirmaciones no pueden verificarse estudiando la naturaleza, (las cosas limitadas por el tiempo y el espacio). Con esta forma de pensar, lo que Jesús hace no se puede identificar con lo que son Dios el Padre y el Espíritu Santo. La brecha supuesta entre lo creado y el Creador controla lo que podemos conocer y creer, incluso antes de ser explorada.

Esta perspectiva resulta en un conocimiento de Dios que, en el mejor de los casos, conduce al deísmo. Sin duda no lleva a entender la verdadera naturaleza de Dios, que ha sido revelada por él en el tiempo y en el espacio, en la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios que es también el Hijo del Hombre.

El valor de la teología científica

La teología científica entiende que el ser de Dios y la actividad en Jesús son una y la misma. Como T.F. explicó: “Al menos que el Ser y la Actividad del Espíritu sean idénticas con el Ser y la Actividad del Padre y el Hijo, no estamos salvados” (The Christian Doctrine of God-La doctrina Cristiana de Dios, Pág. 169). De acuerdo a T.F, la teología científica… “busca llevar el conocimiento de Dios a un foco claro, de forma que la verdad de Dios pueda brillar sin el impedimento y la obscuridad de la “opacidad” de la mente humana… [Busca] permitir que la elocuencia y la propia evidencia de Dios sean escuchadas por nosotros en su Logos [Jesucristo], de forma que podamos conocerlo por su propia racionalidad y bajo la determinación de su ser divino” (Theological Science-Ciencia Teológica).

T.F. abrazó la enseñanza de Atanasio, Ireneo, Lutero, Calvino y Barth, de que el conocimiento natural de la creación de Dios no debe excluirse ni verse en competición con el conocimiento revelado de la creación, que llega a nosotros por medio de la Palabra de Dios encarnada y de la revelación bíblica. T.F. tuvo a la ciencia en alta estima y consideró a los científicos como si fueran los sacerdotes de la creación” (The Ground and Grammar of Theology-La Base y la Gramática de la Teología). Enseñó que a medida que venimos a conocer la creación, podemos iluminar su significado y propósito ya que se relacionan con Dios y sus propósitos definitivos para todas las cosas. Así nuestro conocimiento de la creación, descubierto científicamente, puede incorporarse como parte de nuestra adoración, personal y corporativamente. Podemos mostrar como la misma creación, incluso en algunos detalles científicos alaba y da gloria a Dios —como hicieron los salmistas con sus observaciones de la creación.

La naturaleza, iluminada por la Biblia, revela la obra y propósitos del Dios Unitrino. Por lo tanto, hay una “teología natural” apropiada”. Cuando se busca comprender totalmente las cosas naturales es plenamente apropiado incluir su relación con Dios, a la luz de la revelación y lo que dice sobre la creación. Para ser verdaderamente conocido, el conocimiento de todas las cosas creadas, incluyendo la Encarnación o la humanidad de Jesús, no debe buscarse independientemente ni sin abstraerlo de la revelación de nuestro Dios Unitrino. Ni la teología debe ser constreñida por suposiciones previas sobre cómo debe conocerse a Dios, como si Dios fuese simplemente otra cosa creada para conocerse como todas ellas.

En opinión de T.F., hay cantidad de espacio libre en la teología científica para el conocimiento científico de la creación. La ciencia teológica puede explicar las bases de por qué podemos conocer la naturaleza, y puede incorporar lo que la ciencia natural descubre sobre ella. Pero la práctica de la ciencia natural no puede al final explicarse a sí misma, o a Dios, basada simplemente en sus propios principios de funcionamiento. La teología es la disciplina más abarcadora, y la ciencia natural debería de dar la bienvenida a esto y abrir sus descubrimientos a la interpretación teológica. Por otro lado, la teología, de acuerdo a la ciencia teológica de F.T., puede permanecer abierta a incorporar los descubrimientos reales de la ciencia natural con respecto a la naturaleza, aunque no a las especulaciones filosóficas de algunos científicos.

Conclusión

Dios nos ha dado la ciencia natural y la ciencia teológica para que podamos conocer más sobre él y su relación con la creación, de la creación y de nosotros con él. La teología científica describe como podemos llegar a conocer la verdad de las Santas Escrituras, en una forma que se corresponde con la que descubrimos la verdad del mundo natural. Me gusta la imagen de la luz de Dios brillando sobre nosotros y revelándonos cada vez más sobre sí mismo, fortaleciendo así nuestra relación con él como criaturas viviendo en su creación.

Apreciando la teología científica.


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