La práctica de la oración
Publicado por GCI Weekly Update el 24 de junio, 2015 en From the President
por Joseph Tkach
Muchos de vosotros sabéis que cuando viajo me gusta saludar en la lengua del lugar. Me encanta ir más allá de un simple “¡Hola!”, pero cuando lo hago me equivoco o digo algo inapropiado. Aunque con los años entiendo y puedo decir algunas palabras en varias lenguas, y he aprendido algún griego y hebreo en mis estudios de doctorado, el ingles permanece como la lengua de mi corazón y por ello es el idioma en el que oro.
Pensar en la oración me recuerda la siguiente historia: Había un hombre que deseaba decir la mejor oración que pudiera. Siendo un judío, era consciente de que el judaísmo tradicional enfatiza el orar en hebreo. No teniendo estudios no conocía el hebreo, así que hacía lo único que sabía: En sus oraciones repetía el alfabeto hebreo una y otra vez. Un rabino lo escuchó orando así y le preguntó que estaba haciendo. El hombre le contestó: “El Santo, bendito sea, sabe lo que hay en mi corazón, así que yo le doy las letras y él junta las palabras”.
Manos orando de Albrecht Dürer
Dominio público via Wikimedia Commons
Creo que Dios escuchaba las oraciones de ese hombre. Su preocupación principal es el corazón del que ora. Las palabras son importantes también, porque expresan significado. Dios, quien es El Shama (el Dios que oye, Salmos 17:6) oye oraciones en todas las lenguas y entiende las sutileza y los aparentes sin sentidos de cada una de ellas.
Cuando leemos la Biblia en cualquiera de nuestros idiomas actuales, es fácil pasar por alto algunas de las sutilezas y aparentes sin sentidos que trasmiten los idiomas originales de la Biblia (hebreo, arameo y griego). Por ejemplo, la palabra hebrea mitzvah se traduce típicamente con la palabra mandamiento en español. Pero desde esta perspectiva, a Dios se le tiende a ver como un patrón severo que administra con decretos opresivos. Pero mitzvah habla de Dios dándole a su pueblo honor y privilegio, no cargas. Cuando Dios le dio a los judíos su mitzvoth puso delante de ellos bendiciones que llegan a través de la obediencia, en contraste con las maldiciones que llegan por la desobediencia. Dios estaba diciéndole a su pueblo: “Este es el camino por el que quiero que viváis para que tengáis vida y seáis una bendición para otros”.
Los judíos tuvieron el honor y el privilegio de entrar en pacto con Dios y estaban deseosos de servirle. Dios en su gracia los instruyó sobre como vivir en esa relación con él. Es con esa perspectiva de relación que debemos ver el tema de la oración.
El judaísmo interpreta la Biblia Hebrea como requiriendo oraciones formales tres veces al día, además de otras adicionales en los sábados y en las festividades. Había también oraciones especiales para antes de las comidas, para ponerse ropas nuevas, para lavarse las manos y para encender las velas. Había oraciones especiales para cuando se veía algo inusual, como un aro iris majestuoso u otra escena extraordinariamente hermosa, cuando se cruzaba en el camino con un rey u con la realeza, o cuando se llegaba al lugar de una gran tragedia (una batalla, un terremoto, etc.). Había oraciones especiales para cuando sucedía algo extraordinariamente bueno o malo, y para antes de irse a dormir y al levantarse por la mañana. Aunque esta perspectiva de la oración se podía convertir en algo ritualista y tedioso, su intención era facilitar la comunicación constante con Aquel que observa y bendice a su pueblo. El apóstol Pablo captó esa intención cuando exhorta a los seguidores de Cristo a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Hacerlo así significa vivir la vida delante de Dios con la intención consciente de estar en Cristo y unidos a él en el ministerio.
Esta perspectiva no significa erradicar las perspectivas de orar una serie de veces al día o de una forma estructurada. Alguien me dijo: “Yo oro cuando me siento inspirados a hacerlo”. Otro dijo: “Yo oro cuando es significativo hacerlo”. Creo que ambos comentarios ignoran el hecho de que una relación significativa con Dios incluye la oración como una parte integral de la vida diaria. Esto me recuerda la Birkat Ha-Mazon, una de las oraciones más importantes en el judaísmo, que se recita después de las comidas diarias. Procede de Deuteronomio 8:10: “Cuando hayas comido y estés satisfecho, alabarás al SEÑOR tu Dios por la tierra buena que te habrá dado”. Cuando he gozado de una deliciosa comida, no puedo sino dar gracias a Dios que me la dio. Ese es uno de los grandes propósitos de la oración: Incrementar nuestra percepción de Dios y de su papel en nuestras vidas diarias.
Si solo oramos cuando nos sentimos inspirados a hacerlo, esto es, cuando somos ya conscientes de la presencia de Dios, entonces no estaremos incrementando nuestra percepción de el. La humildad y el asombro delante de Dios no llegan fácilmente a nosotros, y esa es otra razón para hacer de la oración una parte diaria de nuestra comunión con él. Nota también que esta vida, si queremos hacer algo bien, tenemos que practicarlo continuamente, incluso cuando no nos sentimos inclinados a hacerlo. Esto es tan verdad de la oración como lo es de realizar un deporte o de dominar un instrumento musical. Lo es también si quieres convertirte en un buen escritor, y muchos de vosotros sabéis que escribir ¡no es una de mis actividades favoritas!
Un sacerdote ortodoxo me dijo una vez que el practica la antigua tradición de santiguarse en oración. Lo primero que hace cuando se levanta es recitar una oración de acción de gracias por vivir otros día en Cristo y la termina santiguándose mientras dice: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Algunos dicen que esta práctica surgió durante el miniserio de Jesús como sustituto de la práctica judía de vestir filacterias. Otros dicen que surgió después de la resurrección de Jesús, haciendo la señal de la cruz como un símbolo de la obra expiatoria de Jesús. Sabemos seguro que era una prática común para el año 200 d.C., cuando Tertuliano escribió: “En todas las actividades, cuando entramos o salimos de un lugar, antes de vestirnos, cuando nos bañamos, cuando comemos, cuando encedemos las velas al atardecer, antes de irnos a dormir, cuando nos sentamos a leer, antes de cada tarea, hacemos la señal de cruz en nuestras frentes”.
Aunque no estoy diciendo que necesitemos adoptar cualquiera rituales particulares de oración, incluyendo el de hacer la señal de la cruz, estoy urgiéndonos a una práctica regular y consistente de la oración. Hay muchas forma útiles de que reconozcamos que Dios es y quienes somos nosotros en relación con él, y para hacerlo sin secar. ¿Puedes imaginarte cómo se profundizaría nuestra relación don Dios si pensáramos en él desde el momento que despertamos en la mañana, a lo largo de todo el día y luego como nuestro último pensamiento antes de caer dormidos? Hacerlo así nos ayudaría, sin duda, a vivir ¡cada día conscientemente en relación con Jesucristo!
Aprendiendo a orar sin cesar.
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