¿Qué decir sobre el evangelismo?
Publicado por primera vez en GCI Weekly Update el 24 de mayo de 2017 en FROM THE PRESIDENT
¿Se salvarán los que no hayan oído de Jesús antes de morir?
por Joseph Tkach
Buscando algo que escuchar, mientras conducía de regreso a casa, di con una emisora de radio donde un predicador hizo esta proclamación: “El evangelio es buenas noticias solo si no es ¡demasiado tarde!”. Lo decía tratando de motivar a los cristianos a evangelizar a sus vecinos, amigos y familiares que no hayan aceptado todavía a Jesús como Señor y Salvador. Su mensaje fundamental era claro: “¡Debes compartir el evangelio antes de que sea demasiado tarde!”. Aunque este punto de vista es compartido por muchos protestantes evangélicos (aunque no todos), otros puntos de vista han sido planteados por cristianos ortodoxos hoy y en el pasado. Repasaré brevemente algunos de esos puntos de vista aquí, concluyendo que para participar activamente hoy en la obra continua del Espíritu Santo no necesitamos saber exactamente cómo y cuándo Dios trae a las personas a recibir su salvación.
El restrictivismo
El predicador que escuché en la radio sostiene una perspectiva sobre el evangelismo (y la salvación) referida a veces como restrictivista. Ese punto de vista afirma que si una persona no ha aceptado explícita y conscientemente a Jesucristo como Señor y
Día del Juicio por William Blake
(Dominio público via Wikimedia Comunes)
Salvador antes de morir, su oportunidad de salvación ha finalizado; la gracia de Dios se ha agotado para ellos. Así el restrictivismo enseña que existe alguna forma más fuerte que Dios, como unos “grillos cósmicos”, que impiden a Dios salvar a las personas cuando, sin ser culpa de ellas, no han declarado explícitamente a Jesucristo como Señor y Salvador antes de morir. De acuerdo al restrictivismo no ejercitar la fe consciente que nombre a Jesús como Señor y Salvador antes de la morir determina el destino incluso de: 1) aquellos que mueren sin escuchar el evangelio, 2) aquellos que mueren habiendo abrazado un evangelio incompleto y 3) aquellos que mueren después de una vida de incapacidad mental que les impide comprender el evangelio. Al establecer unos límites condicionales tan severos sobre quien entra o no a la salvación el restrictivismo hace que surjan preguntas difíciles y provocativas.
El inclusivismo
Otro punto de vista sobre el evangelismo sostenido por muchos cristianos se conoce como el inclusivista. Este punto de vista, que considera a la Biblia como autoridad, entiende la salvación siendo posible solo por medio de Jesucristo. Dentro del inclusivismo hay múltiples perspectivas con respecto al destino de aquellos que no han hecho una profesión de fe explícita en Jesús antes de morir. Esa diversidad ha existido a lo largo de la historia de la iglesia. Justino Mártir, en el siglo II y C.S. Lewis, en el siglo XX, enseñaron que aunque Dios salva a las personas solo por la obra de Cristo, una persona puede salvarse incluso sin saber de él mientras tenga una “fe implícita” que resulta de la Gracia de Dios estando activa en su vida por el Espíritu Santo. Ambos enseñaron que la fe “implícita” después se convierte en “explícita” cuando Dios provee las circunstancias que permiten que la persona comprenda quién es Cristo y cómo Dios, por gracia, ha provisto para su salvación a través de Cristo.
El evagelismo postmortem
Otro punto de vista, dentro del alcance del inclusivismo incluye la creencia en lo que se llama el evangelismo postmortem. Este punto de vista afirma que las personas que mueren sin evangelizar pueden todavía recibir la salvación de Dios después de la muerte. Esta perspectiva fue expuesta al final del siglo II por Clemente de Alejandría y se ha hecho popular en nuestro tiempo por el teólogo Gabriel Fackre (nació en 1926). El teólogo Donald Bloesch (nació en 1928) también enseñó que si alguien no ha tenido ninguna oportunidad de conocer a Cristo y poner su confianza en él, en esta vida, Dios le dará esa oportunidad cuando aparezca delante de Cristo después de la muerte.
El universalismo
Algunos cristianos sostienen un punto de vista conocido como universalismo. Enseña que, de una forma u otra, todos necesariamente serán salvos, sin importar si son buenos o malos, si se han arrepentido o no, o si han puesto su fe en Jesús como Salvador o no. Esta perspectiva determinista dice que, al final, todas las almas, ya sean humanas, angelicales o demoníacas, serán salvas por la gracia de Dios, dejando sin consecuencias la respuesta del individuo a Dios. Este punto de vista aparentemente surgió con el líder cristiano Orígenes en el siglo II y desde entonces se han expuesto varias versiones. Algunas versiones del universalismo, pero no todas, rechazan a Jesús como Salvador y consideran irrelevante la respuesta de uno al don de Dios. La idea de que uno puede repudiar la gracia, rechazar al Salvador, y sin embargo entrar en la salvación repugna a la mayoría de los cristianos. La CIG considera como no bíblicas tales versiones del universalismo.
¿Qué cree la CIG?
Los cristianos sostienen muchos otros puntos de vista con respecto al evangelismo y al tema relacionado del cómo y del cuándo de la salvación. Algunos creen que Dios les dará múltiples “oportunidades” a todas las personas antes de morir, suficientes para hacer que tengan al menos una fe implícita en Cristo. Otros creen que Dios al final salvará a la inmensa mayoría de los seres humanos, aunque no tratan de explicar el cómo ni el cuándo.
¿Qué cree la CIG? Como con todos los asuntos doctrinales, nuestro compromiso es empezar con la verdad revelada en las Sagradas Escrituras. Ahí encontramos que Dios ha reconciliado a toda la humanidad consigo mismo a través de la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de su Hijo encarnado, Jesucristo: “…que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Con respecto a esa obra de reconciliación, Jesús muriendo en la cruz declaró: “¡Todo se ha cumplido!”.
Por ello sabemos, por la revelación bíblica, que lo que suceda a las personas al final no será debido a ninguna deficiencia en la motivación, el pensamiento y el propósito de Dios. Nuestro Dios Unitrino ha hecho todo lo posible para salvar a cada persona de la terrible y horrorosa condición conocida como “infierno”. El Padre nos ha dado a su único Hijo para ser nuestro representante y sustituto, estando delante de él por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote. El Espíritu Santo actúa ahora para atraer a cada persona para que puedan participar en todos los beneficios que tiene para ellas en Cristo. Esto es lo que conocemos y creemos. Pero hay más que no conocemos y debemos de tener cuidado de no sacar conclusiones (ni hacer “deducciones lógicas”) más allá de lo que se nos ha dado a conocer con seguridad.
Por ejemplo, no podemos suponer, basados en la gracia de Dios y declarando dogmáticamente una perspectiva universalista, que Dios, al salvar a todas las personas, violará la elección deliberada de algunas que voluntaria y persistentemente rechacen su amor, se alejen de él y repudien su Espíritu. Aunque es difícil creer que alguien tomaría una decisión como esa, si somos fieles a las Escrituras, con sus numerosas advertencias sobre resistir la Palabra y el Espíritu, debemos reconocer que algunos, al final pueden rechazar a Dios y su amor. Lo que importa recordar aquí es que tal rechazo es su elección, no su destino. Como C. S. Lewis astutamente observó: “Las puertas del infierno están cerradas por dentro”. En otras palabras, el infierno es donde tienes que oponerte eternamente al amor y a la gracia de Dios. Aunque no podemos decir con seguridad que todos los seres humanos aceptarán al final la gracia de Dios, podemos esperar que ese sea el caso. Y esa esperanza está en línea con lo que Dios desea, que nadie perezca sino que lleguen al arrepentimiento. Ciertamente podemos y debemos esperar no menos que eso y debemos unirnos al Espíritu mientras actúa para guiar al arrepentimiento a las personas.
Como hemos compartido muchas veces, el amor y la ira de Dios no son opuestos; no se oponen el uno al otro. Dios se opone a todo lo que está en contra de sus buenos propósitos para reconciliar y redimir a su amada creación. En otras palabras, Dios se opone a todo lo que se oponga a sus buenos y amorosos propósitos. Dios no sería amoroso si no lo hiciera así. Dios odia el pecado porque es la resistencia en contra de su amor y buenos propósitos para la humanidad. Su ira es, así, un aspecto de su amor; Dios se opone a nuestra resistencia. En su gracia, motivada por su amor, Dios no solo nos perdona, también nos disciplina y transforma.
No debemos poner un límite a la gracia de Dios. Sí, hay una posibilidad real de que algunos elijan resistir eternamente a la gracia amorosa y perdonadora de Dios, pero no será porque Dios haya cambiado su idea sobre ellos, su idea ha sido determinada en Jesucristo. Me encanta la forma en la que nuestro amigo Gary Deddo explica esta realidad:
Como Pablo dice, estamos viviendo en Cristo porque verdaderamente le pertenecemos a él. Primero pertenecemos, después creemos que pertenecemos, y luego, a medida que vamos creyendo que pertenecemos, vamos a estar viviendo en esa realidad. El Espíritu Santo es el poder dentro de nosotros que nos capacita para vivir más y más plena y libremente como los hijos, como los hijos reconciliados de Dios que somos ya en realidad. Estamos viviendo en una realidad, no estamos creando una nueva realidad, eso está siendo hecho en Cristo, estamos viviendo en esa realidad. Aunque están esos que se resisten a la realidad, nadie va a cambiarla. Afirmamos la realidad o vivimos negándola, esa es la naturaleza de nuestra elección. A veces pensamos que nuestra elección es crear una realidad alternativa. No, eso nos haría Dios, cosa que no somos. Nuestra única elección, aquella que Dios nos da y nos capacita por su Espíritu para que la hagamos, es la de vivir en la realidad que Dios ha establecido y creado para nosotros por su bondad, santidad, misericordia y gracia. (Citado de “Those Who Never Heard the Gospel – Aquellos que nunca oyeron el evangelio” en www.gci.org/yi/deddo27).
Mirando a través de las lentes de Jesús
Porque la salvación, siendo personal y relacional involucra a Dios y a las personas en relación, al pensar sobre el juicio de Dios no debemos suponer o imponer limitaciones en el deseo de Dios por la relación. El propósito del juicio de Dios es siempre para salvar, es para la relación. Por medio de su juicio Dios decide lo que necesita ser eliminado (condenado) para que una persona pueda experimentar relación (unión y comunión) con él. Por ello creemos que Dios juzga para que el pecado y el mal sean condenados, pero para que el pecador se salve y sea perdonado. Él nos separa del pecado “tan lejos como está el oriente del occidente” (Salmos 103:12). Como el carnero en el antiguo Israel, que era llevado al desierto, Dios envía nuestros pecados al desierto para que podamos vivir una nueva vida en Cristo.
El juicio de Dios santifica, quema y purifica en Cristo para salvar a la persona siendo juzgada. El juicio de Dios es así una catalogación o criba, una separación de lo correcto de lo que es incorrecto, de lo que está en contra de ti y lo que está a tu favor, de lo que lleva a la vida y lo que no. Para entender la naturaleza de la salvación y el juicio de Dios debemos de leer las Escrituras, no a través de las lentes de nuestra propia experiencia, sino a través de las de la persona y obra de Jesús, nuestro Salvador y Juez santo y amoroso. Con esto en mente, considera estas preguntas y sus respuestas obvias:
- ¿Está Dios limitado en su gracia? ¡NO!
- ¿Es impedido (obstruido) por el tiempo y el espacio? ¡NO!
- ¿Tiene Dios que actuar dentro de las limitaciones físicas como hacen los seres humanos? ¡NO!
- ¿Está limitado por nuestra ausencia de conciencia? ¡NO!
- ¿Es el Señor del tiempo? ¡SÍ!
- ¿Puede entrar dentro de nuestro tiempo en tantas ocasiones como quiera para abrirnos a su gracia por su Espíritu? ¡CIERTAMENTE!
Sabiendo que somos limitados y que Dios no lo es, no debemos de proyectar nuestras limitaciones sobre el Padre que conoce nuestros corazones perfecta y completamente. Podemos confiar en que él es fiel, incluso si no tenemos una teoría definitiva sobre cómo exactamente será ejemplificada su fidelidad y gracia en la vida de cada persona, en esta vida y en la siguiente. Sabemos esto: Al final nadie dirá: “Dios, si solo hubieses sido un poco más generoso… fulano y mengano habría recibido tu salvación”. Todos encontraremos que la gracia de Dios es más que suficiente.
La buena noticia es que el regalo de la salvación para todos los seres humanos depende enteramente en que Jesús nos ha aceptado, no en nuestra aceptación de él. Porque “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21), no hay razón para que no recibamos su regalo de vida eterna, vivir por su Palabra y en el Espíritu que el Padre nos envía de forma que ahora podamos participar plenamente en la vida de Cristo. Así que tenemos todas las razones para que como cristianos hagamos la buena obra del evangelismo; de participar activamente en lo que el Espíritu Santo está haciendo para guiar a las personas al arrepentimiento y a la fe.
Amando el conocimiento de que Jesús nos acepta y nos cualifica.
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