Ciencia y fe

por Joseph Tkach

La última frase del libro Una Breve Historia del Tiempo de Stephen Hawking, dice: “Si encontrásemos la respuesta [a por qué existe el universo] sería el triunfo decisivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos la mente de Dios”. Esto no significa que Hawking esté buscando a Dios. Él usa el término “Dios” como una metáfora de lo que la ciencia no comprende todavía.

Hawking, junto con muchos de los físicos más destacados del mundo, están investigando lo que ellos llaman la Gran Teoría Unificada, el principio esencial que une todas las fuerzas en el universo.

Aunque no soy un científico, encuentro fascinante lo que está sucediendo en la punta de lanza de la ciencia. Y, ¿por qué no debería de ser así? Como el primer versículo del salmo diecinueve dice: ”Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos”. Esto se escribió hace cerca de tres mil años, en un tiempo cuando se tenía una comprensión muy rudimentaria del cosmos. ¡Cuánto más fascinante es hoy cuando conocemos tanto de la naturaleza de nuestro universo!

Incluso los científicos que son ateos admiten que la magnificencia de la creación los llena de asombro, aunque no les lleve a reconocer a su creador. Pero al menos debería de hacerles pensar dos veces antes de hacer afirmaciones sobre que no hay Dios. Y sus reflexiones pueden incluso que les lleven a un descubrimiento más profundo de qué, o quién, trasciende la naturaleza.

Aceptando nuestros límites

Hoy existe una paradoja activa en la investigación y en los logros científicos. A medida que llevamos las fronteras del conocimiento científico más lejos en el espacio exterior, y más profundo en el espacio interior, empezamos a darnos cuenta de los límites de lo que conocemos actualmente. Cosas que creímos haber resuelto, puede que ahora planteen dudas. Descubrimos que el universo se estaba expandiendo, pero creíamos que el ritmo de expansión estaba reduciéndose. Sin embargo, ahora los científicos creen que en realidad está acelerándose.

Los científicos trabajando en el Súper Colisionador de Hadrones, en Ginebra, puede que estén a las puertas de descubrir cosas que es posible que le den la vuelta a nuestra comprensión de la física.  Parece que la creación es, como varios astrónomos y físicos han observado, no solo más extraña de lo habíamos imaginado, sino de lo que jamás podríamos imaginar. Hay un misterio, incluso en la misma creación, que trasciende al conocimiento humano.

Por supuesto, esto, en sí mismo, no prueba ni niega que Dios exista. Esa es una cuestión que está más allá de la ciencia. Dios no puede medirse con instrumentos científicos. No hay microscopio, telescopio, micrómetro u otro instrumento de medida que pueda medir a Dios. Dios trasciende a su creación. Dios no es una cosa creada y la creación no es una extensión de él.

El verdadero conocimiento de Dios depende de la revelación propia de sí mismo. Mucho antes de la era científica, el escritor del Libro de Job sabiamente observó: “Nunca comprenderemos todas las grandes cosas que él hace; sus sorpresas milagrosas no pueden contarse” (Job 9:10 The Message, traducción de Verdad y Vida). Para aquellos que lo conocen, como el salmista, incluso las acciones de Dios en la creación son un misterio más allá de la comprensión humana. Sin embargo, eso no significa que no debamos de tratar de comprender los misterios de la creación.

Es triste que muchos cristianos vean los descubrimientos científicos como una amenaza. Pero, ¿por qué considerarlos un peligro? Sí, algunos puede que usen ciertas porciones selectivas de la información científica sobre la creación para atacar la creencia cristiana en Dios. Pero Dios, por su Espíritu, puede usar el deseo de alguien de mirar en los misterios de la creación para abrirlo a indagar en el misterio del Creador.

Y para aquellos que conocemos a Dios en Cristo, apreciar las maravillas de la creación nos ayudará, como a Job, a recordar la sabiduría, el poder y la creatividad de nuestro Señor. La verdad es la verdad, y algo que sea verdad sobre la creación al final no puede contradecir algo que es verdad sobre su Creador. El descubrimiento científico, cuando es interpretado adecuadamente, nos puede mostrar más sobre la obra de las manos de Dios.

Y la fe en ese Dios, cuando se comprende adecuadamente puede mostrarnos que el Creador no es solo poderoso más allá de nuestra imaginación, sino que tiene un amor por nosotros que no es solo más grande de lo que podemos comprender, sino más de lo que jamás podremos imaginar.

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