Sobre el origen de la ciencia

Lo que todos deberíamos saber sobre

EL ORIGEN DE LA CIENCIA

por Fred Heeren

Los científicos de verdad no creen en el Dios de la Biblia, ¿no es cierto? Especialmente los grandes científicos de todos los tiempos, ¿verdad? La ciencia moderna empezó cuando ciertos intelectuales dejaron de tener creencias espirituales para creer que el universo físico es todo lo que hay, ¿no es así? Pues no.

En una época cuando valoramos tanto la ciencia y la tecnología moderna haremos bien en recordar que, lejos de ser obstaculizada por los creyentes en la Biblia, la ciencia ha sido liderada por ellos. Hasta la base por medio de la cual nos aproximamos al conocimiento «científicamente», el método científico, que muchos asumen se opone a la fe, fue desarrollado por personas que abiertamente profesaban a Cristo como su Salvador personal. Hoy muchas personas desconocen que la mayoría de los pioneros de la ciencia fueron cristianos declarados, no porque hubiese una conspiración para callarlo entre los autores de los libros de texto de ciencia, sino simplemente porque las creencias personales de esos científicos eran irrelevantes desde el punto de vista de los educadores.

¿Qué posible conexión pudo haber entre un libro antiguo, no científico, como la Biblia y los inicios de la ciencia moderna? ¿Qué tiene la Biblia que ofrecer al científico moderno?

No tradición, sino amor a la verdad

La revolución científica no ocurrió durante un movimiento hacia el ateísmo, sino durante una reforma de la fe. Los reformadores estaban preocupados con la verdad, no con la tradición; con una relación personal, no solo con una religión trasmitida. Este cambio de la tradición a la experiencia personal espiritual alentó una nueva autoconfianza y una reevaluación de las viejas ideas en todos los campos. Y vamos a encontrar a un creyente en la Biblia en el inicio de casi cada aspecto del conocimiento científico; a menudo un creyente que era lo suficientemente fuerte en su fe como para persistir en ella a pesar de la oposición.

Frecuentemente perseguidos como inconformistas, disidentes, o herejes por la iglesia oficial, muchas de estas personas de fe fueron ejemplos vivientes de la diferencia entre una relación con una institución y una relación con Jesucristo. Ya sea que fueran calvinistas o luteranos huyendo de las autoridades eclesiásticas, y excluidos por la iglesia oficial de los privilegios culturales; los «filósofos naturales», que eran los más sinceros en su búsqueda de una relación personal con Jesucristo, fueron los mismos que iban a hacer grandes contribuciones a la ciencia.

Aunque estos inconformistas fueron excluidos de las universidades, a causa de su disidencia con la iglesia, expusieron a sus hijos a más enseñanza científica que cualquiera otros. El coraje moral y el pensamiento independiente que ellos mostraron en asuntos de fe fueron las mismas característica que resultaron ser tan vitales en su aportación a la ciencia.

Los antiguos filósofos dualistas, como Platón, habían dejado su huella, influenciando a muchos a creer que el mundo físico era malo mientras que el mundo espiritual era bueno. De acuerdo a tales ideas, la santidad se obtenía alejándose del mundo. Estos postulados no cooperaron en nada a alentar la investigación del universo físico. Aquellos que vinieron a estar bajo la influencia bíblica, sin embargo, aprendieron que la creación fue declarada ser «muy buena», y que a los humanos se les dio el mandato divino de «sojuzgar la Tierra».

Por supuesto, hoy se les ha dicho a muchos sobre los aparentes conflictos entre la ciencia y la Biblia. ¿Recuerdan los problemas que sufrió Galileo cuando proclamó que la tierra y los planetas giraban alrededor del sol? Este popular ejemplo en realidad nos ayuda porque evidencia, no el conflicto entre la ciencia y la Biblia, sino entre la ciencia y la tradición. La iglesia establecida tomó esa tradición de los griegos, no de la Biblia.

Escepticismo bíblico

Aunque la Biblia no fue escrita para enseñar ciencia, contiene principios que han preparado y animado a los científicos para destacar en su trabajo. La Biblia los animó a esforzarse por sabiduría, por la verdad, por conocimiento y por comprensión; a probarlo y examinarlo todo, a estudiar las obras de Dios. Los disuadió de la credulidad, de conformarse al mundo, de ser engañados por las tradiciones, por las autoridades o por sus propios corazones.

Cuando las personas corrientes empezaron a leer la Biblia por primera vez en su propio idioma, no podían sino ser influenciadas por el énfasis del razonamiento inductivo de las Escrituras: en probar, examinar, estudiar. La superstición, la astrología, etc, eran especialmente condenadas; la naturaleza perdió su carácter mitológico y regresó al lugar adecuado como la obra de las manos de Dios, sin poder por sí misma. Los lectores de la Biblia también aprendieron a ser realistas sobre la falibilidad de las autoridades humanas. El escepticismo bíblico condujo a los descubridores a cuestionar cosas que todo el mundo creía que estaban establecidas.

Entrenamiento en humildad, diligencia y honestidad

Más aún, las características bíblicas de humildad, diligencia y honestidad, entre otras, son necesarias para la buena ciencia. La falta de ellas ha causado que algunos científicos mientan sobre sus resultados o publiquen sus trabajos prematuramente para ganar reconocimiento. Otros han mantenido en secreto importantes descubrimientos para asegurarse que nadie pudiera aprovecharse de sus trabajos y ganara reconocimiento antes que ellos. Los cristianos que mostraron humildad y honestidad publicaron sus trabajos a su debido tiempo, dando a otros la oportunidad de construir sobre los mismos.

Las prioridades personales con respecto al dinero ocasionó que algunos dedicaran todo su tiempo a investigar y continuar haciendo grandes descubrimientos, a menudo renunciando a lucrativas oportunidades en la industria, como en los casos de Carver y Faraday. Muchos exhibieron diligencia en sus trabajos, que tenía que ver mucho más con patrones bíblicos del carácter aprendido, que con el genio innato. Algunos, como Kepler o Morse, atribuyeron su habilidad para perseverar, a pesar de los incontables reveses, a su fe en un Dios que da sentido a todo.

Los grandes científicos demostraron que la honestidad es un requisito para pensar. No podemos tener verdaderos pensamientos y llegar a conclusiones correctas si empezamos con una predisposición para aceptar sólo lo que queremos. Un científico honesto no puede leer en los datos solamente lo que quiere ver; debe reevaluar todas sus suposiciones a la luz de la información. Incluso criticando a ciertos subgrupos de cristianos hoy, el paleontólogo de Harvard, Stephen Jay Gould, alaba el trabajo de los «grandes científicos teólogos de siglos pasados». (1)Gould escribe que sus trabajos se distinguían por «una disposición a abandonar las hipótesis preferidas ante la evidencia geológica. Ellos fueron  científicos y líderes religiosos».

Creer en una creación de orden y armonía

El prejuicio que estos pioneros compartían se ha convertido ahora en algo aceptado por la ciencia moderna: una predisposición a buscar simplicidad y orden en la naturaleza.

El pensamiento claro detrás de los logros de estos pioneros fue a menudo el resultado, no sólo de una actitud inconformista ante el mundo, sino de la convicción de que Dios había creado a propósito un universo de orden y equilibrio. Vez tras vez se ha demostrado que esta suposición es correcta. Hoy nadie puede tomar a la ligera a estos pensadores cristianos como fanáticos irrazonables, especialmente cuando nos damos cuenta de que nos estamos beneficiando de sus descubrimientos cada vez que damos la luz, escribimos en un ordenador, nos sometemos a la medicina moderna o vemos televisión.

En mi entrevista con el ganador del premio Nobel de física, Arno Penzias, él habló de como todas nuestras expectativas de orden y simplicidad en la naturaleza se remontan al triunfo de Kepler. Kepler, como un «verdadero creyente», buscaba un camino para reconciliar al Dios legislador y ordenado de la Biblia con los movimientos naturales del universo. Planetas que se moviesen en trayectorias irregulares y sin sentido no encajaban en el cuadro de la Biblia.

Heeren: ¿Qué cree usted que hace que los físicos piensen que debe haber alguna suerte de explicación sencilla y definitiva de todas las leyes de la naturaleza? ¿Es solo su deseo de encontrar explicaciones para todo, o hay una buena razón para esperar una teoría unificada?

Penzias: Esto se remonta realmente al triunfo, no de Copérnico, sino en realidad al triunfo de Kepler. Porque, después de todo, la noción de los epiciclos(2) se remontan a los días en los que los científicos intercambiaban opiniones. Todo esto continuó hasta que tuvimos un fanático verdadero, un verdadero creyente, y esto era Kepler. Kepler, después de todo, era el cristiano del Antiguo Testamento. Él verdaderamente creía en Dios el dador de la ley. Y por ello concluía que el mismo Dios que habló en palabras sencillas y creó el universo no va a tener un universo que tenga 35 epiciclos. Y dijo que debía haber algo más simple y más poderoso.

Se puede pensar que, o tuvo suerte, o quizás había algo más profundo, pero la fe de Kepler fue recompensada con sus leyes de la naturaleza. Y así, desde aquel día, ha habido cantidad de lucha, pero después de siglos encontramos que leyes muy simples de la naturaleza se cumplen realmente. Esa expectativa sigue todavía con los científicos. Viene esencialmente de Kepler, y él, por lo que sé, la sacó de su creencia en la Biblia. Esa creencia apasionada mostró ser correcta. Él nos dio sus leyes del movimiento, las primeras leyes de la naturaleza que hemos tenido. Así, la naturaleza recompensó las expectativas que él había basado en su fe. Y los científicos han adoptado la fe de Kepler, sin la causa que la originó.

Científicos que adoptaron la causa también

¿Hasta que punto puede un científico declarar sus creencias espirituales? ¿Se permite alguna vez que un científico diga que un descubrimiento confirma la Biblia? Los descubridores cuyas historias se cuentan más abajo podrían no estar de acuerdo sobre como responder a esas preguntas, pero lo que todos estos pioneros de la ciencia tenían en común fue una fe inconmovible en el Dios revelado en la Biblia. También tenían en común la incansable habilidad de tener nuevos pensamientos para encontrar nuevas soluciones a viejos problemas y descubrir nuevas áreas de exploración. Al hacerlo así, cada uno de ellos hicieron tremendas contribuciones a la ciencia, a menudo avanzando el conocimiento humano de forma que cambiaría el mundo.

CIENTÍFICOS CREYENTES
Charles Babbage (1792‑1871)
Matemático e inventor. Diseñó el primer ordenador automático, con información almacenada y recuperable. Sus análisis matemáticos de los milagros de la Biblia fue su última contribución a Bridgewater Treatises, una serie de escritos apologéticos cristianos.
Fracis Bacon (1561‑1626)
Considerado el padre del método científico de la investigación y experimentación sistemática. Escribió: «Nadie puede afirmar que un hombre puede ir demasiado lejos en el estudio del libro de la Palabra de Dios o en el libro de las obras de Dios, más bien hay que hacer que los hombres busquen un progreso sin fin en ambos».
Robert Boyle (1627‑1691)
Fundador de la química moderna y el hombre que cambió la alquimia en química. Estudió las Escrituras en sus lenguas originales y dio una gran parte de su fortuna para la traducción de la Biblia. Aunque fue presidente electo de la Royal Society en 1681, declinó tomar el cargo por su convicción personal contra los juramentos.
Michael Faraday (1791‑1867)
Fundador de la teoría electromagnética. El deseo que rezumaba sus investigaciones era el de encontrar las leyes de Dios que gobiernan el universo físico.
William Herschel (1783‑1822)
Astrónomo pionero que descubrió el planeta Urano. Un cristiano devoto, dijo que: «el astrónomo no devoto debe estar loco».
Johannes Kepler (1571‑1630)
Astrónomo que sugirió que la Tierra orbita alrededor del Sol, y lideró el cambio de la visión que había triunfado durante 2000 años. Estuvo toda su vida buscando la sencillez y el orden en el universo. Aunque perseguido, explicó que él estaba únicamente «pensando los pensamientos de Dios después de él».
Joseph Lister (1827‑1912)
Fundador de la cirugía antiséptica. En un tiempo en que los científicos negaban la revelación, Lister continuaba describiéndose como «un creyente en las doctrinas fundamentales del cristianismo».
Samuel Morse (1791‑1872)
Inventor del telégrafo. Se contó entre los primeros en concebir y poner en marcha las escuelas dominicales. Dio mucha de su riqueza para apoyar las misiones y las escuelas para pastores.

Notas a pie de texto

(1) Stephen Jay Gould, Creationism:Genesis vs Geology in the Flood Myth». Editado por Alan Dundes (Berkeley, CA: University of California Press, 1988) pág. 434.

(2) Los epiciclos fueron propuestos por el astrónomo del siglo segundo Tolomeo para explicar las irregularidades en el movimiento de los planetas, que se explican ahora por el descubrimiento de Kepler; que los planetas orbitan al Sol en una elíptica, con el Sol en uno de los dos focos. Para Tolomeo, sin embargo, cada planeta parecía moverse en un epiciclo, un círculo cuyo centro se movía alrededor de la circunferencia de un círculo mayor.

Fred Heeren es fundador y editor de Cosmic Pursuits, una revista trimestral del Day Star Network. Su propósito es animar el debate sobre las últimas preguntas de la vida, informar a los lectores de los descubrimientos científicos relevantes y ser una plataforma de diálogo y debate sobre distintos puntos de vista.

Fred Heeren es un escritor científico que ha dedicado varios años a entrevistar a importantes científicos en muchos campos sobre la conexión entre la ciencia y nuestra comprensión de Dios. Este artículo está sacado, con permiso de Day Star Network de Show Me God. En este libro fascinante, Fred Heeren junta muchas de sus entrevistas con científicos destacados en las fronteras de la investigación, incluyendo la vida extraterrestre y los orígenes del Universo.


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