El Tema LGTB


La Alianza Evangélica (EA), de la que la Grace Communion International (GCI) es miembro, ha publicado algunos artículos sobre este tema en su página Web (www.eauk.org). En los Estados Unidos nuestra iglesia es parte de la Asociación Nacional de Evangélicos (NAE), que es similar a la EA en el Reino Unido. En enero de 2018, siendo todavía presidente de la GCI, asistí junto con algunas personas más, a la conferencia de la NAE sobre el tema de la respuesta cristiana al asunto del lesbianismo, la homosexualidad, la bisexualidad y el transgénero (LGBT). A continuación está el informe de la conferencia.

Un tema caliente en los medios de comunicación en la actualidad es la forma en la que los cristianos responden al tema LGBT. Hace pocas semanas, Greg Williams, Charles Albrecht, Rick Shallenberger y yo participamos en la discusión de un día de duración sobre este tema auspiciado por la (NAE). Recibimos mucha información útil, compartiré aquí alguna con vosotros.

A consecuencia de que el matrimonio entre personas del mismo sexo ha sido legalizado recientemente en algunos estados de los Estados Unidos, se le ha preguntado a los pastores si casarían a personas del mismo sexo. Durante la conferencia un notario explicó que, aunque los medios de comunicación tienden a destacar los informes de ciertos casos, el clero en los Estados Unidos no será forzado a realizar matrimonios de personas del mismo sexo.

Una presentación que fue particularmente relevante para el ministerio pastoral fue dada por el Dr. Mark Yarhouse. Es un anciano ordenado, miembro del profesorado del programa doctoral de psicología clínica de la Universidad Regent, en Virginia, y director fundador del Instituto para el Estudio de la Identidad Sexual. Ha escrito dos libros: Homosexuality and the Christian, A Guide for Parents, Pastors, and Friends– La Homosexualidad y el Cristiano, Una Guía para Padres, Pastores y Amigos y Understanding Sexual Identity, A Resource for Youth Ministry—Comprendiendo la Identidad Sexual, Un Recurso para el Ministerio de Jóvenes.

En su presentación en la NAE el Dr. Yarhouse identificó tres lentes por medio de las que las personas tienden a ver la atracción del mismo sexo:

  • Las lentes de la integridad, que tienden a centrarse en como la integridad y lo sagrado en las diferencias entre el hombre y la mujer son claves.
  • Las lentes de la discapacidad, que tienden a centrarse en como la orientación-identidad sexual es un reflejo del aspecto no moral de nuestro mundo caído y roto.
  • Las lentes de la diversidad, que tienen a centrarse en como las relaciones y la comunidad nos pone delante una llamada a la compasión y al reconocimiento de la diversidad.

Ya que cada lente tiene sus fortalezas y sus debilidades, Mark defiende que tomemos en consideración las fortalezas de las tres. Esta perspectiva más amplia reconoce que Dios ha ordenado las diferencias entre el hombre la mujer como parte de su creación buena. También reconoce que vivimos en un mundo roto y caído, donde no hay aspecto de la vida física, social, psicológica, económica o política que permanezca sin afectar por la caída y nuestro pecado. Aunque celebramos las diferencias buenas de ser masculino y femenino, reconocemos que las distinciones de género, a menudo se expresan de formas que muestran nuestro quebranto. También comprendemos que la sexualidad no es el factor más importante de nuestra identidad. Nuestro llamamiento, relación e identidad en Cristo es la primera cosa y más importante para toda la humanidad.

Al crear a los seres humanos Dios nos dio una naturaleza y un destino comunes. Y aunque tenemos estas similitudes, también tenemos diferencias. La identidad sexual, la identidad laboral, la identidad de posición social y todas las otras formas de identidad son subsecciones secundarias de quiénes somos y de en lo que nos estamos convirtiendo. Aquí es donde el evangelio debe permanecer claro y no ser distraído por temas menores en respuesta a una agenda establecida por la sociedad. El evangelio trata de nuestra identidad y relación con Dios y su relación con nosotros, ahora y para siempre. El evangelio no es principalmente sobre nuestra identidad social, nuestro quebranto, o incluso nuestro pecado. Trata de quiénes somos y en quiénes nos estamos convirtiendo bajo la gracia de Dios por medio de Cristo en el poder del Espíritu.

El cuidado pastoral centrado en el evangelio no significa que nunca hablemos sobre el pecado, pero sí significa que no usamos el pecado (o pecados particulares) como un medio para separar a otros de nosotros. No permitimos que el pecado sea el medio principal para identificar quiénes somos. Al contrario, nos damos cuenta de que todos somos pecadores perdonados y que estábamos destituidos de la gloria de Dios. El apóstol Pablo nos dio la forma apropiada de relacionarnos con otra persona con cualquier clase de pecado: “El amor jamás se extingue” (1 Corintios 13:8). C.S. Lewis dio en el clavo cuando escribió: “Hay alguien que amo aunque no apruebe lo que hace. Hay alguien que acepto, aunque algunos de sus pensamientos y acciones me revuelvan. Hay alguien que perdono, aunque hiere a las personas que más amo. Ese alguien soy yo”.

Lewis también señaló otra comprensión importante: “Admito como cierto que la satisfacción física de los deseos homosexuales es pecado. Esto no deja al [homosexual] en una situación peor que la de cualquier otra persona normal que, por cualquier razón, no se le permite casarse… Nuestras especulaciones sobre la causa de la anormalidad no es lo que importa y debemos contentarnos con la ignorancia. A los discípulos no se les dijo por qué (en términos de la causa efectiva) el hombre nació ciego (Juan 9:1-3): solo la causa final [el propósito final], ‘para que las obras de Dios se manifiesten en él’. Esto sugiere que en la homosexualidad, como en cualquier otra tribulación, esas obras pueden, en algún caso, manifestarse”.

Cuando la conferencia de la NAE llegaba a su fin, encontramos consenso en estos puntos claves:

  • Definimos que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.
  • Nadie nos puede exigir realizar una ceremonia de matrimonio, homosexual o heterosexual.
  • Como cristianos, nos oponemos a todo tipo de abuso verbal o físico de alguien en la comunidad LGBT, o en cualquier otro grupo.
  • Debemos señalar que la soltería es un don espiritual.
  • Entendemos que el matrimonio es el contexto exclusivo, bíblicamente sancionado, para expresar la sexualidad.

Estos puntos son importantes para el ministerio pastoral y creo que todos podemos aceptarlos. Greg, Charles, Rick y yo pasamos tiempo extra hablando sobre la soltería como un don espiritual. Desafortunadamente, las palabras y las acciones de algunas iglesias implican que si eres soltero, no eres, de alguna forma, una persona completa. Pero ese punto de vista es incorrecto—ignora el evangelio, que proclama que es Jesús el que nos completa. Jesús fue soltero y Pablo escribió de la soltería como un don (1 Corintios 7:14). Ya hemos escrito sobre esto en el pasado y espero poder hacerlo en el futuro.

Otro punto destacado de la conferencia fue la presentación de Christopher Yuan. Él nos dijo que mientras estudiaba en la escuela dental empezó a usar drogas ilícitas y a vivir promiscuamente, como un homosexual. En pocos años había sido expulsado de la escuela, encarcelado por vender drogas y descubierto que era VIH positivo.

Ahora vive una nueva vida abundante en Cristo, es un graduado del Moody Bible Institute y el Wheaton College Graduate School, y está haciendo su doctorado en el  Bethel Seminary. En YouTube encontraréis un vídeo de un grupo de discusión que incluye a Christopher. La discusión tiene material de lo más útil que yo he encontrado sobre la atracción del mismo sexo.

Aunque algunos declaran que el celibato es imposible para las personas gays, porque su orientación homosexual es el “centro unificador de su consciencia”, yo creo que Jesús y Pablo estarían en desacuerdo. Ambos eran célibes solteros que hicieron todo lo posible por alabar la vida de la soltería célibe. Esto no significa que nuestro género, como hombres o mujeres, que tienen orientaciones sexuales particulares, sea irrelevante o un aspecto sin importancia de quienes somos. Pero primero, y por encima de todo, pertenecemos a Cristo y somos llamados a morir diariamente para ser transformados y crecer continuamente en él. Nuestra orientación sexual y el estado marital o soltería, nunca puede ser tan importante para nosotros como nuestra unión con Cristo y nuestro llamamiento a vivir una nueva vida en él—una vida vivida en la esperanza de a dónde nos está llevando como sus hijos amados. En Cristo somos miembros de su cuerpo y por ello miembros los uno de los otros. Juntos vivimos a los pies de la cruz— a la luz de su santa gracia amorosa y transformadora. Somos hermanos y hermanas en Cristo. ¡Esa es nuestra verdadera identidad!

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