Cartas a los lectores

Estimados amigos, queridos y fieles hermanos en Cristo, colaboradores, y lectores de Verdad y Vida:

Junto con el pequeño pero fiel equipo de voluntarios que, con la imprescindible, incondicional y generosa ayuda de Dios, hace posible Verdad y Vida, nuestra página Web, www.comuniondelagracia.es, que, en este año, ya ha recibido hasta ahora más 10.700 visitas, y en total más de 175.600, y todos los demás aspectos del ministerio de la Comunión Internacional de la Gracia (CIG), mi esposa y yo deseamos y pedimos que estéis bien de salud, llenos de esperanza, gozo y gratitud por el don de la vida que Dios Padre, en su amor inagotable, nos dio por medio de la pasión, muerte, resurrección de Jesucristo, que acabamos de rememorar y celebrar.

El gran autor Mark Twain narra el día en que el rey y la reina de un país lejano traían a casa a su principito recién nacido desde el hospital real. De camino, su carruaje chocó con la carreta de un pobre mendigo. En el humilde vehículo, el pobre hombre llevaba a su esposa y a su bebé recién nacido desde la casa de la partera. En la confusión del momento, las dos parejas recogieron por error a los bebés equivocados, y así el principito fue criado por el pobre y su esposa.

El bebé creció, aunque con necesidades, y cuando ya era niño se vio obligado a mendigar comida en las calles. Sin embargo, sin saberlo, las mismas calles donde mendigaba le pertenecían porque eran propiedad de su verdadero padre, el rey. Día tras día iba al palacio y, mirando a través de la verja de hierro al niño que jugaba allí, se decía a sí mismo: «¡Ojalá fuera un príncipe!». ¡Claro que era el príncipe! Pero no era consciente de ello. El niño vivió en la pobreza porque desconocía su verdadera identidad, pues desconocía a su padre.

¡Qué cierto es esto en el caso de muchos cristianos! Es muy fácil vivir la vida haciendo lo mismo. Algunos nunca nos hemos tomado el tiempo de descubrir a quién pertenecemos. El día que aceptamos y recibimos, por fe, lo que el Padre nos ha hecho ser, y nos ha dado, en Jesucristo, empezamos a ser conscientes y a disfrutar de la realidad de que ¡somos hijos e hijas del Rey de reyes y Señor de señores! Somos herederos reales. Qué triste pensar que muchas veces sufrimos una pobreza espiritual autoimpuesta y nos privamos de las riquezas de la maravillosa gracia de Dios. Estas riquezas están ahí, ya sea que las disfrutemos o no, ya sea que seamos conscientes de ellas o no. Muchos creyentes son, en cierto sentido, incrédulos cuando se trata de creer en la palabra de Dios cuando nos dice quiénes somos en Jesús.

Desde el momento en que creímos, Dios nos ha provisto de todo lo que necesitamos para vivir la vida cristiana. Jesús prometió a sus discípulos un ayudante en Juan 15:26: “Cuando venga el Consolador, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará acerca de mí». Observemos cuidadosamente que el contexto es «permanecer» en Cristo.

El secreto de una vida espiritual convertida se encuentra en Juan 15:5. Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la vid y vosotros las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no podéis hacer nada». Permanecer en Cristo, que Cristo permanezca en nosotros y la venida del Espíritu Santo están íntimamente relacionados. No podemos permanecer verdaderamente en Cristo sin andar en el Espíritu. Si no se camina, no se permanece. Permanecer es algo continuo. Nuestra vida cristiana comenzó con una entrega definitiva de nuestra vida a Cristo. La vivimos día a día. La palabra » Ayudador» (del griego Paracletos) significa «el que es llamado junto». Se refiere a alguien que acude a socorrer en un tribunal de justicia.

Tanto Jesús como el Espíritu Santo enseñan la verdad, habitan en los discípulos y dan testimonio. El Ayudador no solo es como Jesús en naturaleza, sino también en acción. El Espíritu Santo es la presencia continua de Jesús en el creyente.

Cada generación de creyentes está tan cerca de Jesús como la anterior. El Paracletos es el vínculo inmediato entre Jesús y sus discípulos en cada generación. El Consolador, Animador o Ayudador habita en todos los verdaderos creyentes. Nos guía a la verdad del mundo de Dios. Jesús dijo: «Pero, cuando venga el Espíritu de la verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá solo lo que oiga y os anunciará las cosas por venir» (Juan 16:13). Siempre nos dirige a Cristo. «Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer a vosotros. Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso os dije que el Espíritu tomará de lo mío y os lo dará a conocer a vosotros» (Juan 16:14-15). El Espíritu Santo nunca se glorifica a sí mismo. No busca su propia gloria. Solo glorificará a Cristo y a Dios Padre. Cualquier movimiento que glorifique al Espíritu en lugar de a Cristo es ajeno a las enseñanzas de Jesús sobre el Espíritu.

La enseñanza del Espíritu Santo siempre estará en plena armonía con Jesús. No contradirá ni reemplazará en modo alguno lo que Jesús enseñó. El Espíritu Santo siempre es cristocéntrico. Jesús y el Espíritu Santo siempre están en perfecta armonía.

Queridos amigos, el camino al reino de Dios no consiste en esforzarnos al máximo; requiere una vida completamente diferente. Debemos nacer espiritualmente. Es un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento. Es liberarnos de la vieja vida. Es la obra del Espíritu Santo en nosotros. No entramos en una relación correcta con Dios por nuestras propias energías o ideas. Entramos en la familia de Dios cuando el Espíritu de Dios nos rehace. Sin él, no hay cristianismo. El Espíritu Santo inicia la vida espiritual. No comienza con un intento humano desesperado por lograrla. No es algo que merezcamos. No nos atormentamos por ello. No podemos ganarnos el favor de Dios. ¡Qué privilegio proclamar el Evangelio de Jesucristo!

Simplemente declaramos lo que Dios ya hizo en Cristo. El Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, y ha venido a revelar a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida. ¡Hemos sido maravillosamente bendecidos!

El pequeño equipo de voluntarios directos en la realización de Verdad y Vida, y en el ministerio de la CIG, mi familia y yo deseamos y pedimos que, en unión de vuestros seres queridos, tengáis, cuando llegue el 8 de junio, una celebración de Pentecostés muy alegre e inspiradora. Sigamos orando unos por otros. Muchas gracias por vuestra dedicación, oraciones y apoyo. Pido a nuestro Padre que nos ayude a todos a andar cada día bajo su amorosa, sabia y soberana voluntad, porque hacerlo nos llevará a tener lo que es mejor para nosotros. ¡No vivamos como mendigos, cuando somos hijos e hijas de Dios y coherederos con Cristo! Recibid un afectuoso abrazo fraternal con amor en Cristo.

Pedro Rufián Mesa
Director-Editor de Verdad y Vida


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